lunes, septiembre 29, 2008

PALACIO DE SCHÖNBRUNN.



La residencia de verano, que me pareció divina de la muerte pero un auténtico derroche. Eso sí, salón de baile que pisaba, allí me veía yo envuelta de caballeros con pelucas blancas y mujeres con sus larguísimos trajes de época de colores. La imaginación volaba que daba gusto. Vals por aquí, vals por allá y al salón del té que es la hora...me lo pasé genial con la revuelta de pensamientos que se agolpaban en mi cabeza. Mi Pedro, de nuevo, un santo, por aguantar carros y carretas, que tiene mucho mérito eso de visitar palacios y soportar después el discurso de la esposa con el síndrome de regreso al pasado...

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